En nuestras ciudades, además de emblemáticos monumentos y magníficos lugares naturales, hay emplazamientos con mucho encanto. No hace falta buscarlos, porque normalmente se encuentran cuando menos te lo esperas. En el recodo de alguna calle, detrás de una esquina o al levantar la vista del suelo durante una conversación ensimismada. Suele ocurrir entonces que dejamos de hablar, interrumpimos la frase que aún no hemos terminado de pronunciar y exclamamos con emoción: “Ohhh, ¡mira qué bonito!”.
La Plaza de la Trinidad siendo un lugar que puede pasar por alto, ya que no es la típica atracción turística, forma parte de uno de estos momentos que te arrancan esa expresión y una sonrisa. Su fuente central es el foco de las miradas, pero el tener que adivinarla a través de la abundante y verde vegetación de la plazoleta la hace más enigmática y misteriosa.
¿Por qué este lugar atrae a tantas personas? Es cierto que cuando llegamos era prácticamente la hora de comer y la gran cantidad de bares a su alrededor estaban llenos. Sin embargo, no sólo atraía a los hambrientos, sino que las personas que paseaban a su alrededor buscaban banquitos para sentarse o simplemente se reunían en grupo para seguir hablando de pie.
Un lugar con encanto no necesita nada más. Es simplemente un sitio donde uno se siente bien. Donde uno quiere detenerse y sentarse. Respirar hondo y contemplar alrededor la vida que se reúne, el ir y venir de las personas. Es un lugar donde uno experimenta el presente en ese mismo momento, sin pensar en el pasado ni el futuro y las preocupaciones se desvanecen para ser reemplazadas por la calma y la serenidad.
Es un lugar del que uno no quiere irse.
Localizacion:
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